Siempre me ha fascinado cómo desde fuera todo parece haber ocurrido de repente. Un negocio que de pronto está en boca de todos. Un conocido que aparece en prensa o en un evento importante. Un proyecto que se viraliza. Como si alguien hubiera pulsado un interruptor y, de golpe, pasara del anonimato al reconocimiento. ¡Pum!
Pero cuando estás dentro sabes que no es así. Sabes que ese “de golpe” es solo la parte visible de algo que lleva años o incluso décadas gestándose. Porque las cosas importantes no llegan en avalancha, sino en goteo. Lo que cambia no es el esfuerzo, sino la percepción. No es que hagas algo distinto, es que de pronto otros empiezan a mirar.
La constancia no se valora lo suficiente. Es aburrida, es ingrata, y a menudo no tiene recompensa inmediata. Y, sin embargo, es la única fuerza que de verdad transforma. La única que hace que una idea se convierta en proyecto. Que un proyecto se convierta en empresa. Que una empresa se convierta en algo que deja huella.
Yo mismo he vivido eso muchas veces. Proyectos que no parecían ir a ningún sitio. Correos que enviaba sin saber si alguien los leía. Servicios que lanzamos sin fanfarria, con la esperanza de que alguien, en algún momento, los necesitara. Y luego pasa. Pero no pasa porque hiciste algo mágico ese día. Pasa porque estuviste ahí durante los doscientos anteriores.
La constancia no se trata de hacerlo perfecto.
Se trata de estar.
De seguir.
De ajustar cuando haga falta.
De aceptar que algunos días saldrá mal, y otros regular, pero que ninguno de ellos invalida el trabajo completo.
Escribo esto también como recordatorio para mí mismo. Porque yo, como todo el mundo, tengo días en los que me cuesta seguir. En los que me cuestiono si lo que hago sirve para algo. En los que me descubro buscando validación externa para mantener el ritmo. Pero es en esos días, precisamente, cuando más importante se vuelve la disciplina. No la épica, sino la simple decisión de continuar.
He aprendido que la constancia no es una virtud estática. Es un músculo. Se entrena. Y como todo músculo, a veces duele. Pero también sostiene. Y si eres capaz de mantenerlo, si no te dejas llevar por la urgencia de lo inmediato, si entiendes que esto es una carrera de fondo, llega un momento en el que el peso de todo lo que has hecho empieza a inclinar la balanza.
Y entonces pasa algo curioso.
De pronto, alguien te felicita por tu éxito repentino.
O te pregunta cuál fue el truco.
O asume que simplemente tuviste suerte.
Y tú, que recuerdas cada noche sin dormir, cada pequeña iteración, cada paso dado sin garantías… tú solo sonríes. Porque sabes la verdad: no fue de golpe. Fue poco a poco. Pero al final, funcionó.
PD: Si estás en ese punto donde todo parece ir lento, donde sientes que avanzas sin moverte, donde dudas de si todo esto servirá de algo… sigue. Porque justo ahí es donde se cultivan las cosas que luego florecen de golpe.
¡Feliz Domingo!
Protecting what matters most
Todos aquí: https://go.ivoox.com/sq/2343562
P.D.: ¡Esta semana hemos vuelto a la carga!
He pensado en recopilar las cosas que me van viniendo a la cabeza mientras paso los días haciendo cosas...
---
Todo parece imposible hasta que alguien lo hace… por enésima vez.
---
Si hoy no lo haces perfecto, hazlo igual.
---
Lo difícil no es empezar, es seguir cuando ya no brilla.
---
A base de días grises también se construyen cosas bonitas.
---
Lo llaman golpe de suerte, pero fue una suma de intentos.
---
Esta newsletter ha sido escrita "sobre la bocina", es Sábado 27 de Septiembre y son las 22.15 de la noche.
Pero había que escribirla, tocaba seguir.
¡Dementor suertudo! ¡Si nosotros hubiéramos tenido tu suerte!