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Si no sabes qué pasó el pasado 28 de abril, probablemente estás saliendo de un experimento de aislamiento de la NASA, de un retiro espiritual en la Alpujarra salvaje o directamente de un coma profundo. Porque lo del lunes fue un hostión de los que no se olvidan. Fue muy gordo.

A eso de las 12:30 de la mañana, la península Ibérica se quedó "sin luz". Porque aquí a la electricidad le llamamos "la luz". Y quedarse sin luz implica muchas cosas. Se fue Internet. Se fueron los datos móviles. Se fue la línea fija. Se pararon los ascensores. Se apagó el frigorífico. Cero. Básicamente: se fue todo. Sin más.

Excepto la radio, por cierto.

Como he contado en el capítulo que he subido esta semana del podcast, a mí me pillo saliendo de la oficina, con la idea de llevar a mi hija al médico. Ya en ruta empecé a ver que algo no iba bien, cuando me iban encontrando semáforos que habían dejado de funcionar, tiendas apagadas y un colapso de tráfico incipiente. Lo siguiente fue poner la radio, escuchar lo poco que se sabía y que mi cabeza comenzará a sumirse en una espiral de preguntas sin respuesta.

Porque, y de esto parece que no nos damos cuenta, cuando todo falla, ya no puedes preguntarle a nadie. No puedes buscar en Google. No puedes abrir Twitter. No puedes usar ChatGPT. No puedes mandar un WhatsApp. Aquello que sabes "porque alguien te lo dice", deja de existir cuando ese alguien está desconectado. Y es esa sensación la que a día de hoy me provoca todavía más preguntas aún.

El lunes fue un día en el que todo saltó por los aires. El edificio de mierda acristalado sin ventilación natural, que fía toda su operativa al aire acondicionado, de repente se convierte en un puto horno insalubre. La moderna persiana eléctrica del salón, ahora dice que subas tú, que a ella le da la risa. Recordar cómo se abría el portón automático de la cochera cuando no hay luz te hace dudar durante unos minutos, de hecho, al final rompes la puerta, se veía venir. Tu feliz idea de no llevar nunca efectivo en la cartera te da una bofetada de realidad cuando intentas comprar un café en la tienda de la esquina.

Y así todo.

Nos hemos convertido en "catetos digitales". En ese momento muchos éramos como Paco Martínez Soria (referencia que no entenderán los milenials...) llegando a Madrid con la jaula de gallinas y el queso curado en el zurrón, pero "en moderno" intentando pillar algo de 5G con el móvil. Tristísimo.

Durante la tarde, la angustia fue creciendo. Porque tú piensas: “Bueno, no pasa nada, será un rato.” Pero pasaron dos horas. Luego tres. Luego cinco. No consigues localizar a tus padres. Recuerdas que existen los SMS, pero nada.

Incluso por la puerta de la oficina aparece en su coche una clienta desesperada buscando a alguien que pueda ayudarle con unas máquinas virtuales en su fábrica, que el generador ha tardado más de la cuenta y se han reiniciado los servidores, pero las máquinas de producción no pueden pararse. Vivir para ver.

En casa encontraron uno de los cacharros que guardas como oro en paño: Un walkman Sony con radio. Se van turnando los auriculares para escuchar que está pasando. "En Santa Justa han desalojado a la gente" te dice tu hija cuando llegas a casa para ver cómo están. Seguramente ni sabe que es "Santa Justa", pero a ella le ha parecido importante el dato. Es la primera vez que escucha la radio en casa, creo.

Conforme llegó la noche ya sabíamos que nos iba a tocar dormir en la oficina. Sin alarmas, sin seguridad, la cosa era obvia. Unos amables señores intentan traernos café durante la noche, iban encapuchados para evitar las "quemaduras lunares". Declinamos su oferta entre gritos. No estábamos para cafés. Y somos muy malafollás.

Volvió la luz, volvió Internet y, de repente, llegó LA GUERRA. Literal.

Pasaron más de 12 horas hasta que conseguimos llevar a la total normalidad la operativa de todos nuestros clientes. No fue el apocalipsis, pero sí una bofetada de realidad.

Y de todas las cosas que me removieron en esas horas, lo que más me dolió no fue el silencio, ni la incertidumbre, ni siquiera la incomodidad. Fue la constatación, cruda y directa, de lo dependientes que somos. De lo jodidamente frágil que es todo esto. Porque si se cae la red, se cae el trabajo, se cae la comunicación, se cae la sanidad, se caen nuestras rutinas, nuestras relaciones, nuestra forma de movernos, de comprar, de pedir ayuda. Se cae nuestra vida.

Y no es solo que se caiga, es que no sabemos reaccionar. Porque todo está cogido con pinzas. Delegamos nuestra existencia a cosas que dependen de otras cosas, que a su vez dependen de otras cosas más, y ninguna de ellas, NINGUNA, está mínimamente asegurada. Mientras todo funciona, nos parece normal. Pero bastó un apagón de unas horas para darte cuenta de que el castillo de naipes está ahí, temblando, sobre una mesa coja.

Nos creemos libres, nos creemos modernos, nos creemos listos. Pero estamos atados a una infraestructura que no controlamos, que casi no entendemos y que, obviamente, no cuidamos. Como vimos el lunes, todo es mucho más vulnerable de lo que estamos dispuestos a admitir.

Y no, no quiero ponerme conspiranoico (aunque cuesta no hacerlo, lo juro). Pero después de esto… necesito hacerme preguntas: ¿Qué habría pasado si el corte hubiera durado dos días? ¿Una semana? ¿Si hubiera sido provocado? ¿Y si vuelve a pasar? ¿De verdad estamos preparados?

Spoiler: no lo estamos.

No tenemos planes. No tenemos protocolos. No tenemos cultura de contingencia. Y, sobre todo, no tenemos conciencia. La conciencia de que esto que creemos tan sólido, tan permanente, puede romperse en cualquier momento. Y cuando se rompe, no suena una alarma. Solo se apaga la luz. Y nos deja ahí, a oscuras, preguntándonos qué hacer.

Esta newsletter no pretende sembrar el miedo. Pretende sembrar la duda y empujar a pensar. Para que, la próxima vez que enchufes algo y funcione, recuerdes que un día no funcionó. Y no supiste qué hacer. Y te planteés, mínimamente, cómo lo harías.

Y termino mandando un abrazo enorme a todos los que estuvieron ahí, al pie del cañón. A los técnicos, los curiosos, los cabezones, los que se pusieron a tirar del hilo. A los que intentaron ayudar, informar, entender. Porque, aunque todo estuviera en silencio, vosotros hicisteis ruido. Y de ese, del bueno.

Feliz Domingo.


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Los capítulos de esta semana:

 

Todos aquí: https://go.ivoox.com/sq/2343562


👀 Las paranoias de la semana 👀

He pensado en recopilar las cosas que me van viniendo a la cabeza mientras paso los días haciendo cosas...

En un momento dado del día, lo único que tenía en la cabeza era mi propio Family Recovery Plan. No pensaba en routers, ni en servidores, ni en protocolos BGP. Solo quería ver aparecer el coche de mi mujer junto a mi hijo en la puerta de casa mientras abrazaba a mi hija. Fueron 40 minutos de angustia, de intentar autoconvencerme de que todo estaba bien, de mirar por la ventana una y otra vez.

Y cuando por fin los vi aparecer, sentí que podía volver a respirar.

Somos muy frágiles.

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Los únicos que pudieron pagar el café fueron los jubilados que llevaban monedas en su cartera. Quizá lo del apagón era un estudio encubierto sobre la viabilidad de eliminar el cash. Quizá el experimento fue demasiado bien…

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¿Por qué me deshice de la emisora de CB y de los walkies? Ahora va a tocar gastar...

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Sabía que mis servidores en Madrid estaban encendidos.
Que todo, en teoría, seguía funcionando.
Pero no tenía forma de llegar a ellos. No había comunicaciones. No podía acceder ni por VPN, ni por consola, ni por nada.
Estaban ahí, funcionando, como faros en mitad de una tormenta, pero completamente aislados.

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No sirve de nada tenerlo todo controlado si no puedes verlo, tocarlo, comprobarlo. Dependes de una infraestructura que no está en tus manos.
Tu tranquilidad, tu operativa, tu día a día… están en manos de un hilo delgado. Y ese hilo, el lunes, se rompió.

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¿Y si vuelve a pasar qué?

🔗 Cajón desastre... 🔗

Los enlaces que he ido recopilando:

 

 

 

 


Y fin...

Y fin.

Esta semana he aprendido muchas cosas: que sin red no soy nadie, que mi mochila de supervivencia tiene más ibuprofenos que latas, y que por muy paranoico que seas… nunca es suficiente.

Ah, y que el Family Recovery Plan es más importante que cualquier plan de contingencia de IT que puedas tener. Asegúrate de que el walkie tenga pilas. Y de que alguien más sepa usar el hornillo.

¡Por cierto que desde ayer tenemos establecidas 2 nuevas sesiones IPv4 e IPv6 con Cloudflare en DE-CIX Madrid! Total para que la Liga los bloquee cuando les de la gana...

Gracias por estar ahí cada domingo, seguimos hablando por los canales habituales: X y Telegram.
 
Por cierto, si quieres puedes invitarme a un cafelito. ☕☕☕
 
Nos vemos la semana que viene.

¿Tanto por un ratito sin electricidad? ¡Dement0r eres un neuras tío!