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Aún siento el escalofrío que me recorría la espalda cada viernes por la tarde.

Era ritual. Como un backup espiritual. Tocaba repasar todos los disquettes de la semana anterior, pasar la información buena al disco duro, y luego… formatear.

Uno a uno. Con cariño. Y con miedo.

Sabías que alguno iba a fallar. El traidor. El que iba directo al cajón con una pegatina que ponía “NO USAR”, aunque todos sabíamos que algún día acabaría en una emergencia de última hora.

A las 16:00 del sábado ya estaba entrando por la puerta del cibercafé. Siempre puntual. No había prisa, pero sí urgencia. Aquello no era ocio, aquello era estrategia.

Me esperaban un máximo de dos horas de conexión. Y no estaba para perder el tiempo. Yo iba a bajarme Internet.

Literalmente.

La semana tenía 168 horas. Y yo iba a aprovechar dos de ellas para descargar el conocimiento del mundo, disquette a disquette.

La caminata diaria de 40 minutos al instituto, ida y vuelta, no era para tanto si me ahorraba el comprar el bonobús con el dinero que me daba mi madre cada semana y, con eso, pagaba la conexión de cada sábado. Economía de guerra. Ramen Bussines. Pero con propósito. 

Aquellas sesiones eran pura productividad frenética. Recuerdo que cdrom.com era uno de los santuarios. La leyenda decía que servían los archivos directamente desde lectores de CD... Hoy suena a locura, pero por entonces sonaba a magia negra.

Mi objetivo era claro: código en Pascal.

Juegos, utilidades, librerías, documentos TXT que explicaban funciones misteriosas. Shareware, que era como una bendición y una trampa a la vez. “Lo puedes usar, pero si te gusta, paga”. Spoiler: nadie pagaba. Pero todos lo agradecíamos.

Todo iba a disquettes. Con etiquetas escritas a boli Bic: “PASLIB1”, “JUEGOS2”, “LIBTOROIDE”.

Durante la semana, en casa, sin conexión, los repasaba uno a uno. Leía, probaba, modificaba, aprendía. En silencio. En local. Y solo.

Si me sobraba algo de tiempo de "la conexión", entraba en el IRC. A veces con amigos. A veces con completos desconocidos que, por alguna razón, parecían entenderme más que nadie en mi barrio.

Que los canales empezaran por # igual que los trending topics de hoy en día, no es casualidad.

Y, claro, llegó el día de quedar en persona con gente del IRC.

Debía correr el año 97/98. Yo, con mi nick satánico que prefiero no desvelar. Ellos, con nicks aún peores.

Todos conectados a un canal de redes y programación.

¿Qué podía salir mal?

Yo tenía claro que todo... ¡O nada!

Así que, por si acaso, acababa descuartizado y sin riñones en alguna cuneta, dejé un mensaje en el autoexec.bat de mi ordenador con los nicks de la gente con la que quedaba. Algo tipo “si lees esto, buscad a Slayer69, Rataxuelainfernal y .DiosOscuro. Ellos saben lo que me pasó”.

Porque claro, explícale esa movida a tus padres en el año 97.

Mi madre me hubiera atado a la mesa del comedor, no tengo dudas...

Spoiler: salí vivo. Volví con dos disquettes nuevos y una lista de cosas por probar. Nunca me sentí más libre. Ni más acompañado.

Hoy todo está en la nube, pero a veces echo de menos la emoción de bajar Internet a trozos.

Uno por uno.
En disquettes.
Como quien guarda un secreto.

¡Feliz Domingo!


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Todos aquí: https://go.ivoox.com/sq/2343562


👀 Las paranoias de la semana 👀

He pensado en recopilar las cosas que me van viniendo a la cabeza mientras paso los días haciendo cosas...

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 A veces se me olvida, pero tener una red que te sostiene, gente que te cuida, familia que aguanta… es la única infraestructura crítica que de verdad importa. Qué suerte tengo.

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Internet funciona por inercia. Como el universo. Nadie sabe muy bien por qué no se ha roto todo aún, pero seguimos aquí, conectados por milagros y protocolos viejos.

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Ojalá volver a veros en algún momento. No sé cuándo, ni dónde. Pero os echo de menos. Más de lo que creéis. Más de lo que digo.

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A veces me descubro mirando cosas sin verlas, escuchando sin oír. Como si el cuerpo estuviera en automático y el alma haciendo buffering.

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Y no es que me falte motivación, es que me sobran motivos para parar un rato. Pero no paro. Y eso también cansa.

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Y sin embargo, luego, en un momento cualquiera, todo recupera el sentido. Y lo de “parar” parece una imbecilidad. Como si el caos tuviera su propio plan.

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🔗 Cajón desastre... 🔗

Los enlaces que he ido recopilando:

 

 

 

 

 


Y fin...

Esta semana no hay moraleja. Solo ganas de compartir. De recordar que hubo un tiempo en que Internet cabía en un disquette, y, aun así, nos sentíamos conectados.

Si tú también viviste aquello, me alegro de habértelo recordado. Y si no, me alegro de que estés aquí ahora, en esta versión rara del futuro que soñábamos en modo texto.

Gracias por estar ahí cada domingo, seguimos hablando por los canales habituales: X y Telegram.

Por cierto, si quieres puedes invitarme a un cafelito. ☕☕☕
 
Nos leemos la semana que viene.

¡En un disquette no te cabe hoy ni el javascript de la portada de la web!