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Liderar significa asumir la responsabilidad, toda. No importa si eres el CEO de una empresa, el responsable de un pequeño equipo o simplemente alguien al frente de una tarea concreta. Extreme Ownership es el nombre que Jocko Willink y Leif Babin dieron a esta filosofía en el último libro que he leído, pero la idea es tan antigua como el propio liderazgo: si algo cae bajo tu dominio, también cae bajo tu responsabilidad. Sin excusas.

Parece algo obvio, casi elemental, pero cuando lo ves aplicado en el mundo real, te das cuenta de que no es tan común como debería. Es mucho más fácil buscar culpables que asumir errores. Es mucho más cómodo decir que “el sistema no ayuda” o que “las circunstancias no son las ideales.” Pero si algo falla y está bajo tu área de influencia, entonces hay algo que podías haber hecho para evitarlo o mitigarlo. Siempre hay algo. Lo que sea.

Y, quiero aclarar, que la movida esta no va de liderazgos autoritarios o de cargar con todo el peso. No. Se trata de entender que tu equipo es un reflejo directo de cómo lideras. Si algo no funciona, primero tienes que mirar hacia dentro. Si alguien de tu equipo no está rindiendo, la pregunta es: ¿lo has entrenado adecuadamente? ¿Has sido claro con tus expectativas? Y si, después de todo eso, sigue sin funcionar, ¿has tomado las decisiones necesarias para solucionar el problema? Porque si lo ignoras, el problema no desaparece, simplemente se convierte en un estándar más bajo que tú has permitido.

Uno de los mayores obstáculos para asumir esta responsabilidad es el ego. El ego nos ciega, nos hace defender nuestras decisiones equivocadas y nos impide aceptar críticas o reconocer fallos. Nos aleja de la misión y nos enfoca en agendas personales que no aportan nada al equipo. Es fácil caer en la complacencia del éxito pasado o en la trampa de proteger nuestra posición a toda costa, pero eso no es liderazgo. Liderar significa saber reconocer un error con humildad, buscar soluciones y poner siempre el éxito colectivo por encima del individual.

La disciplina es otro pilar fundamental. Al principio puede parecer que seguir procesos estrictos, establecer prioridades claras o definir planes de contingencia es una pérdida de tiempo. Pero la verdad es que esa estructura es lo que libera al equipo de bloqueos e incertidumbres. Cuando las reglas están claras, la gente sabe qué hacer, cómo hacerlo y por qué lo está haciendo. Y eso, lejos de limitar, permite que todo fluya incluso en momentos de máxima presión.

El extreme ownership también tiene que ver con la misión, con creer profundamente en lo que haces. Si tú no crees, nadie más lo hará. Parte de tu trabajo como líder es asegurarte de que todo el mundo entiende no solo qué hay que hacer, sino por qué es importante hacerlo. La alineación en los objetivos es lo que evita que los equipos se fragmenten y que cada uno tire hacia un lado diferente.

Sin embargo, te voy a decir algo que no te va a gustar: No existe la fórmula mágica para liderar. No hay un manual universal. Liderar es un proceso continuo de prueba, error y aprendizaje. Es un trabajo constante de construir equipos que funcionen como una máquina bien engrasada, donde cada miembro entienda su papel dentro de un objetivo más grande. Y es un trabajo que empieza por ti, porque un buen líder no espera que las cosas pasen, las hace pasar. Debes ser la tormenta. Debes ser el que empuja a todos.

Aunque, a veces, se hace muy complicado empujar. Hay días en los que todo parece ir en tu contra, donde sientes que, por más que te esfuerces, no estás avanzando. Pero cada día me doy más cuenta de algo: si dejo de empujar, no es que no avance, es que retrocedo. Y no retrocedo solo yo, retrocedemos todos. Porque el liderazgo no es estático; es un movimiento constante. Si no empujas, las cosas no se mantienen, simplemente se desmoronan.

Al final del día, lo único que cuenta para mí es si he empujado lo suficiente. Si he dado lo mejor de mí para avanzar, incluso cuando las cosas parecían ir cuesta arriba. Y si encima he empujado en la dirección correcta, entonces seguramente ese ha sido un gran día. Liderar no significa hacerlo perfecto; significa estar presente, asumir la responsabilidad y no dejar nunca de avanzar, pase lo que pase.

Al final, no se trata de culpar, sino de tomar responsabilidad. No se trata de añadir más capas de complejidad, sino de simplificar al máximo. No se trata de controlar, sino de liderar. Y sobre todo, no se trata de buscar atajos o excusas. Liderar es asumirlo todo. Sin excusas.

¡ Feliz Domingo !


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¿Estáis deseosos de saber qué pasa con la "furgoneta titular" no?

Pues nada, parece que han tenido que pedir más piezas, porque el golpe ha afectado a temas mecánicos y tal... Mes y medio ya sin ella...

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Yo lidero, tú lideras, él lidera, nosotros lideramos, vosotros lideráis, ellos lideran.