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Durante muchos años Hollywood nos ha vendido innumerables veces el estereotipo de la mudanza ruinosa: cajas perdidas, muebles rotos, y caos generalizado. También durante años pensé que esas situaciones eran solo exageraciones... ¡Hasta que viví mi propia mudanza la pasada semana y me di cuenta de que la realidad puede ser aún más surrealista!

A ver, hago una pequeña intro. La Señora Dementora y un servidor llevábamos años buscando casa. Seguramente habremos visitado en torno a 40-50 casas/pisos/zulos/cosasinhabitables habiendo perdido casi totalmente la esperanza. Pero hace un par de meses sucedió lo imposible. Llegamos a ver una casa, que yo por hartazgo ni había visualizado previamente en el portal inmobiliario de rigor, y sentimos, ambos, que ESA ERA.

Así que después de realizar una oferta, que nos la aprobaran, hablar con el banco y todos los pormenores de una compra de este tipo, hace un par de semanas nos dieron las llaves de nuestro nuevo hogar.

Tras una planificación superprecisa de mi señora, la limpieza, instalación de fibra óptica, instalación de alarma, pintura y demás cosas, que no eran demasiadas porque la casa está en un estado espectacular, se realizaron en tiempo récord. Así que nada, ya la teníamos lista para mudarnos, algo que no queríamos dilatar mucho en el tiempo para no pagar alquiler e hipoteca a la vez.

Solo faltaba una empresa de mudanzas que nos hiciera el traslado de todas las cosas. En primer lugar, buscamos a la empresa de nuestra anterior mudanza (de la que hacía un año y algo) y nos dijeron que... ¡NO PODÍAN HACERLA!

Pero somos una familia de recursos, vamos que nos pusimos a buscar en Google, y encontramos unas cuantas empresas con buenas reseñas, de las que solo nos respondieron dos con un presupuesto similar. Decidimos elegir a la que mejor nota tenía en sus reseñas. ¡MEK! ¡ERROR! Como ya veríamos después.

Así que nada, firmamos el contrato de mudanza y acordamos que los trabajadores llegarían un jueves a las ocho y media de la mañana a nuestra anterior casa, situada a unos 10 kilómetros de la nueva. Según ellos, que habían visualizado el dosier con las fotos de los muebles y cajas a mover que les habíamos enviado, para las 12.30 de la mañana eso estaba más que acabado. ¡Perfecto!

Así que llego el día D, a la hora H. Todo estaba preparado y organizado. Yo en la nueva casa, acabando algunas cosas y esperando a que llegaran los muebles y las cajas, mientras mi mujer se quedó en la antigua, asegurándose de que todo estuviera listo para el traslado.

A las nueve de la mañana, los trabajadores aún no habían llegado. Y lo de la impuntualidad lo llevo regular, pero nada, había que esperar. Con algo más de 45 minutos de retraso llego el "comando mudanza" a la antigua casa. La Señora Dementora me mandó un WhatsApp "estoy reventada de mover cajas", a lo que yo respondí: “Pero a ver, tú no tienes que mover nada, eso es tarea de ellos”.

Su respuesta me dejo helado: “Cuando los veas, lo entenderás”.

Ya con la mosca detrás de la oreja, empecé a ponerme nervioso. Pero bueno, quizás era una exageración o vete tú a saber. Así que seguí junto a mi padre, que se había venido a ayudar, moviendo y organizando cosas.

A las 9.50 me llega el mensaje: "Ya sale el primer viaje para allá, se quedan aquí dos desmontando el resto de muebles. En la furgo llevan las 75 cajas y dos armarios". Bueno, mira, va la cosa rápida pensé.

Así que, calculé, que en 10 minutos los tendría por la puerta... pero no llegaban...

A las 10.10 ya estaba algo nervioso...

A las 10.20 empecé a pensar que mis muebles iban ya camino de la frontera...

A las 10.30 ya dije: "ni dando un rodeo por Almuñécar se tarda tanto, voy a llamarlos...".

¡Se habían perdido! ¡PERO CÓMO SE PUEDE PERDER ALGUIEN EN LA ÉPOCA DE LOS SMARTPHONES!

Total que tuve que salir a buscarlos. Tarde como 10 minutos en localizarlos gracias a las indicaciones tan precisas como "estamos en una calle con una casa amarilla" o "hay dos coches negros aquí aparcados". Pero nada, yo de pequeño veía Sherlock Holmes, así que al rato di con la furgoneta que estaba "embarrancada" en una calle estrecha.

Nos costó sangre, sudor y lágrimas sacar la furgoneta de allí, pero lo conseguimos. Les enseñé el camino normal para ir a la casa y nos dispusimos a comenzar la descarga.

En ese momento la operaria autoproclamada "jefa de mudanza" me dijo "¿No tendrás un calzo para la furgoneta? Es que está cargada y el freno de mano va un poco regular". La imagen de la furgoneta cuesta abajo con mis cajas y mis armarios pasó fugazmente por mi mente.

Busqué un ladrillo en la cochera, calzamos una rueda y por fin pudimos comenzar a sacar cosas de esa furgoneta con ITV dudosa.

Y claro, la calle por donde se entra a la casa nueva quedaba totalmente bloqueada, por lo que ser rápidos y precisos era algo deseable a fin de mantener la cordialidad con los nuevos vecinos que en esos momentos quisieran salir con sus vehículos y tal. Pero no iba a ser así. NO.

15 minutos después de empezar habíamos sacado los dos armarios (gracias a mi padre y a mí mismo) y unas 15 cajas. El ritmo al que desalojaban cajas, entre resoplidos y quejas, era muy muy bajo. Encima tras la furgoneta ya se encontraba un repartidor de Correos Express que viendo el percal, en un gesto valiente, decidió ponerse a sacar cajas con nosotros. "O ayudo a esta gente o no acabo el reparto hoy" me dijo.

Así que nada, al "equipo mudancero", que era algo peculiar, siendo muy benévolos, se sumó el repartidor de Correos Express, mi padre y yo mismo.

10 minutos después teníamos todo en el comedor y nos dijeron "Bueno, ahora vamos a ir llevando las cajas a cada habitación", que obviamente era lo contratado y para lo que habíamos rotulado cada caja. Pero en un acto de valentía dije: "Vosotros iros a seguir cargando en la otra casa que nos encargamos mi padre y yo de colocar esto".

A eso de las 11 los mandé para la antigua casa y procedí a ir subiendo cajas junto a mi padre mientras pensaba: "¿Y para que he contratado yo a esta gente?".

A las 11.45 el segundo viaje aún no había salido de la antigua casa. "Están desayunando" me dijo Ms. Dementora vía Whatsapp. Mi cara era un poema.

Sobre las 12:05 el mensaje fue: "La cama de la niña ha muerto. Se ha partido un travesaño. Y están echándole fotos porque dicen que no saben si sabrán montarla".

"¡Por Dios que traigan la cama, que la monto yo!", contesté ya algo alterado.

Así que nada, a las 12.15 el segundo viaje salió hacia mi posición.

A las 12.35 tuve que volver a salir a buscarlos. ¡SE HABÍAN VUELTO A PERDER! ¡DIOS MÍO DE MI VIDA DAME PACIENCIA!

Conseguí encontrarlos, traerlos a casa, poner el calzo y comenzar la segunda "desarmá" a eso de las 12.45.

El E.T.A. que nos habían dado cuando firmamos el contrato de mudanza ya se había ido a la mierda totalmente. Esta vez se vinieron en la furgoneta los que habían estado desmontando en la otra casa que, según nos había dicho la "jefa de mudanza" eran los más eficientes.

Con el primer roce de un armario sobre la pared de la escalera recién pintada empecé a perder toda esperanza en su buen hacer. Cuando me vitorearon por enseñarles cómo se sacaba el cajón de una cómoda que habían traído completa desde la otra casa porque "los cajones no se podían sacar" la perdí del todo.

Viendo cómo estaba la cosa, la hora que era, el estado de la pared de la escalera y las cajas de herramientas marca "Parkside" que traían, les dije que yo me encargaba de montarlo todo, que ellos se fueran a traer el tercer, y supuestamente, último viaje.

Y digo "supuestamente" porque esta gente no había jugado al Tetris en su vida y eso se notaba en la forma de cargar una furgoneta que, a mi parecer, estaba quemando combustible por una mala organización de la carga.

Sobre las 2 y algo llego el tercer viaje, que no iba a ser el último, porque no les había entrado todo. Y a eso de las 15.45 por fin pude echarlos de mi casa e irme a llorar solo en un rincón después de tan traumática experiencia, no sin que antes de irse me comentaran:  “Oye, pues todo el que hace una mudanza con nosotros repite o nos recomienda”.

No supe qué responder.

Fue un shock.

Durante todo el ajetreo del día descubrí que la "jefa de mudanza" era la pareja del conductor del furgón, que uno de los montadores era su hijo, que la otra chavala era la novia de este y que la mujer mayor que estaba en la puerta de mi casa fumando y afirmando "yo es que no puedo mover nada porque estoy enferma" era su suegra que se había venido a pasar la mañana.

Al otro operario no conseguí encontrarle parentesco, aunque seguro que lo había. No sé, lo mismo no estuve atento.

Y así termino el día de mudanza que en nuestra familia recordaremos toda la vida. Demencial.

Por cierto, que después de unos días, reflexionando sobre la experiencia, me di cuenta de que esta mudanza se parecía mucho a algunos proyectos IT con los que me toca lidiar a menudo. Firmamos contratos esperando que los profesionales se encarguen de todo, pero a menudo terminamos haciendo parte del trabajo nosotros mismos cuando vemos que la situación se vuelve insostenible.

Al igual que en la mudanza, a veces te toca intervenir para solucionar los problemas que deberían solucionar otros y asegurarte de que todo funcione correctamente.

¡Feliz Domingo!

P.D.: La cama de la niña conseguí arreglarla.

P.D.2: El pintor ya ha arreglado la escalera.

P.D.3: No me vuelvo a mudar mientras viva.


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🔗 Cajón desastre... 🔗

Los enlaces que he ido recopilando esta semana:

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Y fin...

Pues nada, se termina una semana con mucho trabajo y poco tiempo libre, pero no deja de ser apasionante sacar adelante determinados proyectos, lo estoy pasando genial.

 

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¿Pero cuánto se muda este hombre? ¡Vamos ya a establecernos en un lugar Dementor por favor!